Salvador Romero Ballivián

 

Introducción

 

En 2023, las elecciones presidenciales latinoamericanas se celebraron en un contexto difícil, progresivamente deteriorado por la convergencia de varios factores que acumulan sus efectos desde hace varios años. La democracia atraviesa una fase de estancamiento, incluso de retroceso, que no solo es regional, sino global, constatado en las distintas mediciones (The Economist, 2024; IDEA Internacional, 2023; V – Democracy, 2023). Se erosiona su calidad y crece la insatisfacción ciudadana. La economía, brutalmente frenada por la pandemia, se ha recuperado de manera titubeante e insuficiente para encadenar tasas significativas de crecimiento. La crisis deterioró varios indicadores sociales, se ensañó con los sectores de menores recursos y amenazó las posiciones de las clases medias frágiles, aquellas que habían progresado en la bonanza de principios del siglo XXI. Por último, la inseguridad se ha convertido en la pesadilla de amplias franjas de la población en numerosos países, ya sea por la acción de la delincuencia ordinaria o del crimen organizado, cada vez más desafiante frente al Estado y la sociedad.

 

Ese ambiente marcó los comicios de cada uno de los países, si bien en formas distintas. El período electoral presidencial de 2023 se abrió en Paraguay y se cerró en Argentina, tras paradas en Guatemala y Ecuador.

 

Paraguay

 

En la primera cita, Paraguay ratificó su singularidad, alejándose de varias de las tendencias recientes en América Latina. En efecto, se movió al ritmo del último bipartidismo de raíz decimonónica aún vigente, así sea en una variante asimétrica. El Partido Colorado retuvo el poder, ajeno a la ola adversa para los gobiernos; aún más, sumó la séptima victoria en ocho contiendas desde el retorno a la democracia, una marca no alcanzada por ningún otro partido en el continente. En otras palabras, lo rutinario en Paraguay constituye una excepcionalidad en la región (Romero Ballivián, 2023).

 

Para ese logro, le bastó al Partido Colorado movilizar una base leal, disciplinada -apenas aumentó sus votos con respecto a las primarias de voto voluntario- y presente en todos los estratos sociales y territorios. Triunfó en todos los departamentos, excepto uno. En una elección de mayoría simple, el 43.8% fue suficiente para imponerse dada la división de la oposición, entre el tradicional liberalismo dirigido por Efraín Alegre y la fuerza contestataria de una organización nueva, Cruzada Nacional, de Paraguayo Cubas. Así ungió al presidente más joven del período democrático, el economista Santiago Peña, de perfil tecnocrático, delfín del expresidente Horacio Cartes, jefe de la fracción mayoritaria del Partido Colorado.

 

En simultáneo, la formación obtuvo una cómoda mayoría legislativa, que representó asimismo una nota distintiva: le aseguró una holgada gobernabilidad, tanto más que los partidos de oposición se desarticularon, golpeados por la derrota. Ese balance le permite mantener las principales orientaciones de las políticas públicas en un sentido favorable a la economía de mercado y reforzar su control sobre las instituciones independientes.

 

Guatemala

 

Si la elección paraguaya generó pocos titulares internacionales por el predominio de la continuidad, el turbulento y extendido proceso guatemalteco tuvo un minucioso seguimiento. Su resultado fue más conforme a las líneas predominantes en el área pues el partido de gobierno encajó una derrota severa, excluido de la segunda vuelta, en tanto que la participación descendió levemente con respecto a los comicios precedentes. En la primera vuelta, el electorado barajó las cartas hasta el último momento y se decantó por Bernardo Arévalo, un candidato que las encuestas apenas tenían en su radar. Tras alcanzar inesperadamente la segunda vuelta con un porcentaje modesto (15.5%), se impuso nítidamente en la ronda decisiva (60.9%) contra la ex primera dama Sandra Torres. Consiguió un impulso de adhesión cuando apareció claro que las estructuras de poder deseaban impedirle competir, multiplicando las trabas jurídicas para consolidar el resultado o para anular la personalidad jurídica de su organización.

 

Allí radicó el meollo de un enturbiado proceso, sometido a una inusitada e inusual presión desde esferas de poder fáctico, aliadas con instancias jurisdiccionales y con el gobierno, menos para promover la débil candidatura oficialista que para excluir candidaturas juzgadas amenazantes para el statu quo (en la primera vuelta se inhabilitaron, entre otras, las candidaturas de la activista Thelma Cabrera y del empresario Carlos Pineda, quien incluso encabezó brevemente las encuestas). Esa arremetida colocó los reflectores internacionales sobre la segunda vuelta y la fase postelectoral en las cuales el Tribunal Supremo Electoral, la comunidad internacional y la movilización social mantuvieron la postulación, la victoria y la posesión de Arévalo contra los diversos intentos por descarrilarlas judicialmente.

 

La presidencia de Arévalo encadena la décima gestión consecutiva de una organización sin experiencia gubernamental nacional, en un país en el cual, desde el retorno a la democracia, ningún partido ha conseguido ni retener el gobierno ni regresar a él. La gestión enfrenta numerosos retos. Si bien pudo articular una coalición mayoritaria en el Congreso, facilitada por la amplia autonomía de los diputados con respecto a las siglas que los postularon, los sectores hostiles a su presidencia conservan numerosas y significativas bazas, tanto en el área institucional como fuera de ella.

 

Ecuador

 

Ecuador también mezcló tendencias regionales con singularidades inquietantes. Con una débil gobernabilidad de entrada, el presidente Guillermo Lasso quedó acorralado a media gestión por la convergencia de oposiciones, envalentonadas por su fracaso en el referéndum de inicios de 2023. Ante un inminente juicio político de destitución, el mandatario estrenó el mecanismo denominado popularmente “muerte cruzada” y más propio de los sistemas parlamentarios: disolver la Asamblea y convocar una elección general que también recortó su mandato. Lasso desistió de competir y el frágil oficialismo no alineó una candidatura presidencial.

 

La disputa se articuló alrededor del antagonismo dominante desde 2006, cuando Rafael Correa llegó al poder con la promesa de una profunda transformación política, económica e institucional y dominó la política durante más de una década (Pachano, 2021). En efecto, chocaron el polo del expresidente Correa y otro, opuesto, pero fragmentado, heterogéneo y sin líder permanente. Esta rivalidad es determinante en el comportamiento del electorado (Moncagatta; Espinosa; Pazmiño, 2023: 1 – 20).

 

En 2021, y como ha sucedido ininterrumpidamente desde 2009, el correísmo, esta vez representado por Luisa González, ganó la primera vuelta gracias a un sólido voto duro y logró la bancada parlamentaria más numerosa. Empero, la corriente no consiguió mantener la ventaja, tal como le había sucedido en 2021. Fue superada en la segunda vuelta, ahora por Daniel Noboa (51.8%). Al frente de un partido sin trayectoria y poco conocido al inicio de la campaña -si bien heredero de un apellido económica y políticamente de peso-, Noboa concentró el voto anticorreísta para convertirse en el presidente más joven elegido en América Latina desde la transición democrática. Como en numerosas elecciones latinoamericanas recientes, incluidas la guatemalteca y la argentina, la inversión del resultado de la primera vuelta se produjo gracias a la aglomeración de un voto contra el partido más antiguo y con más estructura. Esa solidez permite aventajar en la primera ronda, pero esos rasgos se vuelven un lastre en la segunda, en contextos que demandan cambio.

 

La sombría novedad fue la impronta creciente del crimen organizado en la vida colectiva, perceptible en la costa del Pacífico. El símbolo trágico fue el asesinato por sicarios del candidato presidencial Fernando Villavicencio, sin que las investigaciones arrojen precisión sobre el comanditario o las razones del crimen. El mandato de Noboa es corto, hasta 2025, destinado solo a completar el período iniciado por Lasso, y sus bases endebles; para paliar esas limitaciones de origen, Noboa ha convocado una consulta popular de múltiples preguntas en 2024, poniendo en juego su capital político.

 

Argentina

 

Argentina cerró la agenda de 2023 golpeada por la recesión, la inflación, la devaluación del peso y el agravamiento de la pobreza. Tal deterioro económico disuadió a Alberto Fernández de buscar la reelección y generó las condiciones para la búsqueda de alternativas fuera de los cursos habituales.

 

Se abrió una carrera atípica. La candidatura de Javier Milei, antisistema, confrontativa y provocadora desarregló las pautas tradicionales del enfrentamiento entre el peronismo y el antiperonismo. Creó la sorpresa al imponerse en las primarias de voto obligatorio, antesala de la elección general. En la presidencial, se frenó pues si bien alcanzó a pasar a la segunda vuelta, lo hizo por detrás del ministro de economía, el peronista Sergio Massa, capaz de movilizar una estructura con décadas de anclaje territorial y cimentadas redes en sectores populares. Milei revirtió la desventaja en la ronda decisiva al recuperar la mayoría de los votos conservadores que habían respaldado a Patricia Bullrich en la vuelta inicial (55.6%). Obtuvo la presidencia con un voto personalizado pues su movimiento tiene escasa implantación y no controla ninguna gobernación provincial y ocupa una posición minoritaria en el Congreso.

 

La contienda tuvo rasgos comunes en los procesos electorales de la región en el ciclo de la pandemia: derrota del oficialismo; polarización sociopolítica, agravada por el ambiente agresivo en las redes sociales; inversión del resultado en la segunda vuelta; bancada minoritaria del nuevo partido presidencial, que requiere la conformación de alianzas parlamentarias (Zovatto, 2023: 22); cuestionamientos o ataques para deslegitimar el proceso y el resultado electoral.

 

El gobierno del libertario se propuso un rediseño radical del Estado y la sociedad. En ese empeño, ha encontrado numerosos obstáculos, tanto políticos e institucionales como de movilización social de los sectores afines al peronismo, que lo han obligado a cambios de táctica para concretar sus reformas.

 

Conclusiones y perspectivas

 

Los datos de los comicios de 2023 confirman que el supuesto giro latinoamericano a la izquierda en el inicio de la pandemia es, en realidad, el rechazo a los oficialismos, independientemente de su línea. Desde 2019, impulsados por la desilusión, los vientos soplan en contra de los presidentes y sus partidos, desmoronando la habitual reelección presidencial, confinada ahora a situaciones excepcionales. Los votantes están frustrados con el estado de sus países y con las perspectivas poco alentadoras. La difícil gestión del Estado y una limitada entrega de resultados en esa coyuntura mermaron el crédito de los políticos, en especial de quienes gobiernan, y peor cuando escándalos de corrupción ensuciaron la gestión. En esas dificultades; la democracia ha perdido lustre ante los ojos de segmentos cada vez más numerosos, en particular juveniles.

 

Si los electores no hallan una alternativa satisfactoria en las ofertas habituales del sistema político, se vuelcan hacia líderes u organizaciones que nunca gobernaron, incluso con trayectorias breves, y que prometen cambios significativos o, simplemente, desplazar a la impopular “clase política”. Se trata del denominador común de Arévalo, Noboa y Milei, más allá de las profundas diferencias de estilo y planteamientos.

 

Este conjunto de tendencias se pone en juego en el recorrido de los cinco comicios presidenciales seguros de 2024, que incluye estaciones en El Salvador, República Dominicana, Panamá, México, Venezuela.     -en un proceso de múltiples incertidumbres e interrogantes sobre su naturaleza competitiva- y Uruguay.

 

Bibliografía

 

 

Economist Intelligence (2024). Democracy Index 2023. Londres: Economist Intelligence.

IDEA Internacional (2023). El estado de la democracia en el mundo y las Américas 2023 (los nuevos pesos y contrapesos). Estocolmo: IDEA Internacional.

Moncagatta, Paolo; Espinosa, Carlos; Pazmiño, Mateo (2023). “Ganar perdiendo: oportunidades y limitaciones de una coalición antipopulista en Ecuador” en América Latina hoy, 93, p. 1 – 20

Pachano, Simón (2021). Giro político y democracia en Sudamérica y Ecuador. Quito: FLACSO.

Romero Ballivián, Salvador (2023). Democracia en Paraguay: elecciones, partidos y ciudadanía. Asunción: IDEA Internacional.

V – Dem (2023). Resistencia frente a la autocratización. Gotemburgo: V – Dem.

Zovatto, Daniel (2023). “Elecciones presidenciales en Latinoamérica” en Foreign Affairs, 23, (1), p. 10 – 24.